20/02
Traductores
Marc bernabe
Julio Cortazar - edgar allan poe
Constance garnett -traductora inglesa de literatura rusa
07/03
El corazón infernal
Epígrafe
Desearía hablar con el espíritu
de algún antiguo amante,
muerto antes de que el dios del amor naciera.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Sobrecubierta
Página de título
Dedicatoria
Epígrafe
Uno....
Imajica
Sobre el autor
Reseñas
Otras obras de Clive Barker
Derechos de autor
Sobre la editorial
UNO
Frank estaba tan concentrado a resolver la caja de Lemarchand que no escuchó el repicar
de la campana. Un experto artesano construyó el aparato, y el misterio es este: aunque le
habían dicho que la caja contenía maravillas, simplemente parecía que no había manera
aparente de llegar a ellas; ninguna pista sobre las seis caras lacadas en negro sobre el
lugar de los puntos de presióm que podrían soltar las distintas piezas de este
rompecabezas tridimensional.
Frank había visto rompecabezas similares, sobretodo en Hong Kong, resultado de la
afición china por hacer metafísica a partir madera noble; pero al ingenio y el talento técnico
de los chinos, el francés había aportado una lógica perversa que era completamente suya.
Si el rompecabezas tenía un sistema, Frank no lo había encontrado. Solo tras varias horas
de prueba y error hicieron posible una yuxtaposición fortuita de los dedos pulgares, del
medio y los últimos que dio resultados; se oyó un chasquido casi imperceptible y entonces,
¡victoria!, un segmento de la caja se deslizó dejando atrás a sus adyacentes.
Se produjeron dos revelaciones.
La primera, que las caras internas estaban perfectamente pulidas. El fragmentado y
distorsionado reflejo de Frank bailaba por el barniz. La segunda, que Lemarchand, quien
había sido en sus tiempos un creador de pájaros cantores, había construido la caja de
manera que al abrirla se activase un mecanismo musical con el que sonara un breve rondó
con una suprema banalidad.
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Traductores
Marc bernabe
Julio Cortazar - edgar allan poe
Constance garnett -traductora inglesa de literatura rusa
07/03
El corazón infernal
Epígrafe
Desearía hablar con el espíritu
de algún antiguo amante,
muerto antes de que el dios del amor naciera.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Sobrecubierta
Página de título
Dedicatoria
Epígrafe
Uno....
Imajica
Sobre el autor
Reseñas
Otras obras de Clive Barker
Derechos de autor
Sobre la editorial
UNO
Frank estaba tan concentrado a resolver la caja de Lemarchand que no escuchó el repicar
de la campana. Un experto artesano construyó el aparato, y el misterio es este: aunque le
habían dicho que la caja contenía maravillas, simplemente parecía que no había manera
aparente de llegar a ellas; ninguna pista sobre las seis caras lacadas en negro sobre el
lugar de los puntos de presióm que podrían soltar las distintas piezas de este
rompecabezas tridimensional.
Frank había visto rompecabezas similares, sobretodo en Hong Kong, resultado de la
afición china por hacer metafísica a partir madera noble; pero al ingenio y el talento técnico
de los chinos, el francés había aportado una lógica perversa que era completamente suya.
Si el rompecabezas tenía un sistema, Frank no lo había encontrado. Solo tras varias horas
de prueba y error hicieron posible una yuxtaposición fortuita de los dedos pulgares, del
medio y los últimos que dio resultados; se oyó un chasquido casi imperceptible y entonces,
¡victoria!, un segmento de la caja se deslizó dejando atrás a sus adyacentes.
Se produjeron dos revelaciones.
La primera, que las caras internas estaban perfectamente pulidas. El fragmentado y
distorsionado reflejo de Frank bailaba por el barniz. La segunda, que Lemarchand, quien
había sido en sus tiempos un creador de pájaros cantores, había construido la caja de
manera que al abrirla se activase un mecanismo musical con el que sonara un breve rondó
con una suprema banalidad.
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Alentado por su éxito, Frank comenzó a trabajar más frenéticamente en la caja y encontró
rapidamente nuevas alineaciones de ranuras acanaladas y clavijas aceitadas que con su
giro revelaron mayores complejidades. Y con cada solución, cada medio giro o tirada, otro
elemento melódico toma protagonismo; la melodía a contrapunto y desarrollada hasta el
capricho inicial lo era todo pero perdida entre ornamentos.
En algún punto de su labor, la campana había empezado a tintinear con un repiqueo firme y
sombrío. No lo había escuchado, al menos no de manera consciente. Pero cuando el
rompecabezas estaba casi terminado, las entrañas espejados de la caja estaban al
descubierto, se dio cuenta de que su estómago rugía de manera muy violenta al sonido de
la campana que podría llevar sonando toda la vida.
Admiraba su trabajo. Por unos instantes supuso que el ruido vendría de otra parte en el
exterior, pero rapidamente descartó ese pensamiento. Era casi medianoche antes de que
empezase a trabjar en la caja del creador de pájaros cantores; muchas horas han pasado
desde entonces, horas que no recordaría pasar a no ser por su reloj. No había iglesia en la
ciudad, aunque estaban tan desesperados por adeptos, que sonaría una campana
invocadora en una hora.
20/03
-No. -dice mientras desliza sus brazos a lo largo de los mios, luego me agarra firmemente
por las muñecas, mis brazos están a mis lados ahora.
-Pero, ¿y la ventana?, - digo mientras miro las tiendas y oficinas que se alzan a nuestro
alrededor. -Los otros edificios...
-Nadie está mirando. El cristal está teñido y estamos a oscuras. Nadie puede vernos.
Me relajo, pero apenas nada.
-Pero, aunque pudieran... - Su voz se va apagando mientras suelta mis muñecas. Sus
manos me acarician el cuerpo, una sube hasta llegar a mi pecho y a la piel tensa y arrugada
de mi areola. Las yemas de su pulgar juguetean por mi pezón y suspiro por el profundo y
perverso placer. Su otra mano va bajando hasta que sus dedos se cuelan por debajo del
elástico de mi tanga para frotar suavemente mi húmedo y recortado vello púbico. Me
provoca jugando conmigo, sus dedos formando una v pasan por mis labios, acercándose
tan provocativamente a mi clítoris que quiero gritar de frustración y suplicarle que por favor
me toque ya.
-¿Y si es eso lo que quiero? - suspira. Presiona sus labios sobre mi nuca, va dejando un
reguero de besos a lo largo de mi espalda y me deja estremecida al paso de sus caricias. El
sol se pone bajo el horizonte y el mundo de fuera se ha oscurecido con rapidez convirtiendo
la ventana en un espejo. Veo mis ojos en el reflejo y observo como mis facciones se derriten
por el deseo.
-¿Y si te digo que te quiero desnuda frente al mundo, con las piernas abiertas y tu coño
húmedo solo para mí?.
Está detrás de mí con sus manos acariciando las curvas de mis caderas. Su aliento
provocándome en las zonas bajas de mi espalda tanto que sus provocativas palabras
alteran mi imaginación. Nunca había fantaseado con el exhibicionismo, pero en este
momento no puedo pensar en otra cosa que no sea Damien tocándome, Damien
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rapidamente nuevas alineaciones de ranuras acanaladas y clavijas aceitadas que con su
giro revelaron mayores complejidades. Y con cada solución, cada medio giro o tirada, otro
elemento melódico toma protagonismo; la melodía a contrapunto y desarrollada hasta el
capricho inicial lo era todo pero perdida entre ornamentos.
En algún punto de su labor, la campana había empezado a tintinear con un repiqueo firme y
sombrío. No lo había escuchado, al menos no de manera consciente. Pero cuando el
rompecabezas estaba casi terminado, las entrañas espejados de la caja estaban al
descubierto, se dio cuenta de que su estómago rugía de manera muy violenta al sonido de
la campana que podría llevar sonando toda la vida.
Admiraba su trabajo. Por unos instantes supuso que el ruido vendría de otra parte en el
exterior, pero rapidamente descartó ese pensamiento. Era casi medianoche antes de que
empezase a trabjar en la caja del creador de pájaros cantores; muchas horas han pasado
desde entonces, horas que no recordaría pasar a no ser por su reloj. No había iglesia en la
ciudad, aunque estaban tan desesperados por adeptos, que sonaría una campana
invocadora en una hora.
20/03
-No. -dice mientras desliza sus brazos a lo largo de los mios, luego me agarra firmemente
por las muñecas, mis brazos están a mis lados ahora.
-Pero, ¿y la ventana?, - digo mientras miro las tiendas y oficinas que se alzan a nuestro
alrededor. -Los otros edificios...
-Nadie está mirando. El cristal está teñido y estamos a oscuras. Nadie puede vernos.
Me relajo, pero apenas nada.
-Pero, aunque pudieran... - Su voz se va apagando mientras suelta mis muñecas. Sus
manos me acarician el cuerpo, una sube hasta llegar a mi pecho y a la piel tensa y arrugada
de mi areola. Las yemas de su pulgar juguetean por mi pezón y suspiro por el profundo y
perverso placer. Su otra mano va bajando hasta que sus dedos se cuelan por debajo del
elástico de mi tanga para frotar suavemente mi húmedo y recortado vello púbico. Me
provoca jugando conmigo, sus dedos formando una v pasan por mis labios, acercándose
tan provocativamente a mi clítoris que quiero gritar de frustración y suplicarle que por favor
me toque ya.
-¿Y si es eso lo que quiero? - suspira. Presiona sus labios sobre mi nuca, va dejando un
reguero de besos a lo largo de mi espalda y me deja estremecida al paso de sus caricias. El
sol se pone bajo el horizonte y el mundo de fuera se ha oscurecido con rapidez convirtiendo
la ventana en un espejo. Veo mis ojos en el reflejo y observo como mis facciones se derriten
por el deseo.
-¿Y si te digo que te quiero desnuda frente al mundo, con las piernas abiertas y tu coño
húmedo solo para mí?.
Está detrás de mí con sus manos acariciando las curvas de mis caderas. Su aliento
provocándome en las zonas bajas de mi espalda tanto que sus provocativas palabras
alteran mi imaginación. Nunca había fantaseado con el exhibicionismo, pero en este
momento no puedo pensar en otra cosa que no sea Damien tocándome, Damien
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follandome. Me dan absolutamente igual las ventanas, estén teñidas o no. No me importa
quién esté mirando, solo quiero entregarme a las caricias de Damien. Sus manos puestas
sobre mí, su lengua lamiendo mi cuerpo, su polla completamente dentro de mí.
-Damien... — siento como las palabras se escapan de mí.
-¿Te excita esto?— me pregunta mientras se pone lentamente en pie, con su cuerpo
deslizándose contra el mío al levantarse, noto el roce de su ropa como algo áspero contra
mi piel. —¿No saber quien puede estar viendonos, pero saber que te quiero así? ¿Que
quiero que todo el puñetero universo nos mire y que sin importar lo que pase me
perteneces?—- Tiene su mano izquierda en mi cadera con su pulgar enganchado en el
elástico del tanga. Pasa su otra mano por mi vientre, luego desliza de nuevo su mano bajo
el triángulo de seda.
Estoy extremadamente mojada, cachonda casi de manera exasperada y ruego en silencio
para que me toque, pero una vez más no lo hace. En vez de eso oigo solo sus palabras.
—Quiero que me lo digas Nikki. ¿Esto te pone?
<<Sí, por Dios>>. Me es muy difícil.
—No pares— consigo decir —— Tócame y compruébalo tú mismo.
Siento su sonrisa reflejada en su risita. Me acaricia la piel con sus dedos, pero no
descienden hasta la parte baja de mi cuerpo. —No hasta que no te escuche decirlo.—-
-Sí— jadeo
Sus labios se acercan tanto que noto como mi pelo se mueve cuando susurra —-A mí
tambien
Cierro mis ojos esperando sentir sus caricias. Ansiandolo. Pero aún no pasa. En vez de eso
siento como me acaricia con sus dedos por el elástico del tanga recién estrenado...noto la
tensión del tirón al romper el hilo del tanga. Jadeo, sorprendida por supuesto, pero
tremendamente excitada por la violencia de la acción y por la ráfaga de aire fresco sobre mi
empapado sexo cuando me quita mis braguitas.
-¿Qué estás...?
-Shhh ——dice. —-Inclínate hacia delante, las manos en la ventana. No discutas. Que
precioso——añade cuando le obedezco, entonces enfatiza sus palabras acariciando mi culo
completamente desnudo. —Ahora ábrete de piernas para mí. Dios, Nikki.—gime—No te
imaginas lo mucho que quiero que seas mía
—Soy toda tuya.
Va deslizando sus manos por mis caderas mientras delinea las curvas de mi cintura.
Presiona su cuerpo junto al mío, su torso contra mi espalda y sus manos sobre mis pechos.
—Lo sé—-dice. -Pero todavía no te voy a hacer mía. Aún no. —
Un temblor recorre todo mi cuerpo, tanto por frustración como por impaciencia. Estoy tan
caliente, tan dispuesta que no se que esperar o a donde quiere llegar con todo esto. Lo
único que sé es que quiero averiguarlo cuanto antes.
Se pone en pie de nuevo, entonces me rodea para finalmente pararse cerca de mi mano
derecha, aun apoyada en la ventana. —-Esto me gusta— dice, alarga el brazo para pasar
un dedo a lo largo mi collar de perlas que es la unica cosa que sigo llevando puesta. —-Se
dice que las ostras son un potente afrodiasiaco, pero en mi opinion las perlas son
tentadoras de igual forma. Se rumorea que Cleopara aplastó una y se la bebió con vino para
volverse irresistible para Marco Antoniio. Aunque yo las prefiero como adorno. D hecho, se
me vienen a la mente unos cuantos adornos que me gustaría ver.—-
—Damien...—me contengo intencionadamente porque no sabía que otra cossa pronunciar
que no fuese una suplica.
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quién esté mirando, solo quiero entregarme a las caricias de Damien. Sus manos puestas
sobre mí, su lengua lamiendo mi cuerpo, su polla completamente dentro de mí.
-Damien... — siento como las palabras se escapan de mí.
-¿Te excita esto?— me pregunta mientras se pone lentamente en pie, con su cuerpo
deslizándose contra el mío al levantarse, noto el roce de su ropa como algo áspero contra
mi piel. —¿No saber quien puede estar viendonos, pero saber que te quiero así? ¿Que
quiero que todo el puñetero universo nos mire y que sin importar lo que pase me
perteneces?—- Tiene su mano izquierda en mi cadera con su pulgar enganchado en el
elástico del tanga. Pasa su otra mano por mi vientre, luego desliza de nuevo su mano bajo
el triángulo de seda.
Estoy extremadamente mojada, cachonda casi de manera exasperada y ruego en silencio
para que me toque, pero una vez más no lo hace. En vez de eso oigo solo sus palabras.
—Quiero que me lo digas Nikki. ¿Esto te pone?
<<Sí, por Dios>>. Me es muy difícil.
—No pares— consigo decir —— Tócame y compruébalo tú mismo.
Siento su sonrisa reflejada en su risita. Me acaricia la piel con sus dedos, pero no
descienden hasta la parte baja de mi cuerpo. —No hasta que no te escuche decirlo.—-
-Sí— jadeo
Sus labios se acercan tanto que noto como mi pelo se mueve cuando susurra —-A mí
tambien
Cierro mis ojos esperando sentir sus caricias. Ansiandolo. Pero aún no pasa. En vez de eso
siento como me acaricia con sus dedos por el elástico del tanga recién estrenado...noto la
tensión del tirón al romper el hilo del tanga. Jadeo, sorprendida por supuesto, pero
tremendamente excitada por la violencia de la acción y por la ráfaga de aire fresco sobre mi
empapado sexo cuando me quita mis braguitas.
-¿Qué estás...?
-Shhh ——dice. —-Inclínate hacia delante, las manos en la ventana. No discutas. Que
precioso——añade cuando le obedezco, entonces enfatiza sus palabras acariciando mi culo
completamente desnudo. —Ahora ábrete de piernas para mí. Dios, Nikki.—gime—No te
imaginas lo mucho que quiero que seas mía
—Soy toda tuya.
Va deslizando sus manos por mis caderas mientras delinea las curvas de mi cintura.
Presiona su cuerpo junto al mío, su torso contra mi espalda y sus manos sobre mis pechos.
—Lo sé—-dice. -Pero todavía no te voy a hacer mía. Aún no. —
Un temblor recorre todo mi cuerpo, tanto por frustración como por impaciencia. Estoy tan
caliente, tan dispuesta que no se que esperar o a donde quiere llegar con todo esto. Lo
único que sé es que quiero averiguarlo cuanto antes.
Se pone en pie de nuevo, entonces me rodea para finalmente pararse cerca de mi mano
derecha, aun apoyada en la ventana. —-Esto me gusta— dice, alarga el brazo para pasar
un dedo a lo largo mi collar de perlas que es la unica cosa que sigo llevando puesta. —-Se
dice que las ostras son un potente afrodiasiaco, pero en mi opinion las perlas son
tentadoras de igual forma. Se rumorea que Cleopara aplastó una y se la bebió con vino para
volverse irresistible para Marco Antoniio. Aunque yo las prefiero como adorno. D hecho, se
me vienen a la mente unos cuantos adornos que me gustaría ver.—-
—Damien...—me contengo intencionadamente porque no sabía que otra cossa pronunciar
que no fuese una suplica.
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—-No te muevas—- dice—No te toques. No cierres las piernas. Te correrás cuando yo te lo
permita Nikki, pero no antes. Desobedecerme y te prometo que el castigo no te gustara.—-
Trago saliva y asiento. —-¿Pero a dónde vas?—- le pregunto en voz alta mientras
desaparece en el dormitorio. No me responde y cierro mis ojos de la frustración,
supersensible de cada milimetro de mi cuerpo. De la humedad de mi nuca hasta mi pelo. De
los diminutos vellos sobre mi piel, erizados como si me hubiese dado la corriente, atrapados
en esta tormenta llamada Damien. Sobretodo, lo siento en la tensión de mi coño.
No me toco, a pesar de que quiero hacerlo desesperadamente y tengo en cuenta cada uno
de los movimientos de mi cuerpo, cada ráfaga de aire. Puedo sentir mi pulso latiend en mi
vagina y mis musculos tensandose por el deseo. Soy la necesidad en persona y aquello que
anhelo es Damien.
27/03
1:18 de la madrugada
El festín casi había empezado. La pieza colgaba del espetón de madera verde sobre el
fuego. La boca de labios flácidos del hombre delgado estaban llenos de saliva. Le había
arrancado el cuero cabelludo con su cuchillo y apartado el hígado y los riñones mientras
que el otro hombre cortaba y troceaba las ramas de un joven abedul y afilaba y tallaba sus
puntas. Entre los dos habían atravesado a la presa con el espetón, le ataron de brazos y
piernas y la colocaron sobre el fuego. El olor que desprendía les hizo sonreir. Escuchaban
los huesos chasquear y explotar junto con el chisporroteo de la grasa, y esperaron.
Los niños habían preparado bien el fuego. Se apartaron del cadáver, satisfechos con su
trabajo, mientras veían a la chica mayor giraba el espetón. Detrás de ella, dos de los niños
mas jovenes, un chico y una chica, metieron sus dedos en el cubo y lamieron la sangre fría.
La pieza se estaba asando de forma uniforme cuando escucharon a los otros gritando por la
parte de atras de la casa.
Levantaron la vista y vieron como se apagaban las luces de dentro de la casa y vio que el
hombre corpulento sacaba sus cuchillos del cinturon y corrió a la parte de detras de la casa.
Los gritos continuaron. No sintieron ni miedo ni preocupacion al escuchar el sonido, solo
curiosidad . Los niños fueron los primeros en alejarse del fuego.
El hombre de rojo les ordeno que se quedaran y le obedecieron. El hombre delgado estaba
enfrente de él. Se puso una hachuela en el cinturón y le siguió. Buscó señales de
movimiento en la puerta frontal y las ventanas, sin ver nada y corrió
Al girar en la esquina vio dos de los hombres mayores arrodillados en el suelo, con sus
mnos en la cara. Las mujeres seguían gritando, la mas joven, a la que quería follarse, se
estaba arrancando la parte de delante de la camiseta, que estaba húmeda y reluciente. Dejó
los pechos a la vista y vio que la habían quemado de alguna manera. No lo entendió.
Tampoco lo entendieron los otros hombres, quienes lo miraron esperando una respuesta.
Vio que la ventana del dormitorio
17/04
Así castigaba Isabel II a los borrachos en Málaga
Después de arrestar a los alborotadores ebrios, se los llevaba a la Plaza de la Constitución
y se los obligaba a beber ocho litros de agua.
Orden. Retrato de la reina Isabel II, quien decidió terminar con el problema de los borrachos
en Málaga
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del documento.
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permita Nikki, pero no antes. Desobedecerme y te prometo que el castigo no te gustara.—-
Trago saliva y asiento. —-¿Pero a dónde vas?—- le pregunto en voz alta mientras
desaparece en el dormitorio. No me responde y cierro mis ojos de la frustración,
supersensible de cada milimetro de mi cuerpo. De la humedad de mi nuca hasta mi pelo. De
los diminutos vellos sobre mi piel, erizados como si me hubiese dado la corriente, atrapados
en esta tormenta llamada Damien. Sobretodo, lo siento en la tensión de mi coño.
No me toco, a pesar de que quiero hacerlo desesperadamente y tengo en cuenta cada uno
de los movimientos de mi cuerpo, cada ráfaga de aire. Puedo sentir mi pulso latiend en mi
vagina y mis musculos tensandose por el deseo. Soy la necesidad en persona y aquello que
anhelo es Damien.
27/03
1:18 de la madrugada
El festín casi había empezado. La pieza colgaba del espetón de madera verde sobre el
fuego. La boca de labios flácidos del hombre delgado estaban llenos de saliva. Le había
arrancado el cuero cabelludo con su cuchillo y apartado el hígado y los riñones mientras
que el otro hombre cortaba y troceaba las ramas de un joven abedul y afilaba y tallaba sus
puntas. Entre los dos habían atravesado a la presa con el espetón, le ataron de brazos y
piernas y la colocaron sobre el fuego. El olor que desprendía les hizo sonreir. Escuchaban
los huesos chasquear y explotar junto con el chisporroteo de la grasa, y esperaron.
Los niños habían preparado bien el fuego. Se apartaron del cadáver, satisfechos con su
trabajo, mientras veían a la chica mayor giraba el espetón. Detrás de ella, dos de los niños
mas jovenes, un chico y una chica, metieron sus dedos en el cubo y lamieron la sangre fría.
La pieza se estaba asando de forma uniforme cuando escucharon a los otros gritando por la
parte de atras de la casa.
Levantaron la vista y vieron como se apagaban las luces de dentro de la casa y vio que el
hombre corpulento sacaba sus cuchillos del cinturon y corrió a la parte de detras de la casa.
Los gritos continuaron. No sintieron ni miedo ni preocupacion al escuchar el sonido, solo
curiosidad . Los niños fueron los primeros en alejarse del fuego.
El hombre de rojo les ordeno que se quedaran y le obedecieron. El hombre delgado estaba
enfrente de él. Se puso una hachuela en el cinturón y le siguió. Buscó señales de
movimiento en la puerta frontal y las ventanas, sin ver nada y corrió
Al girar en la esquina vio dos de los hombres mayores arrodillados en el suelo, con sus
mnos en la cara. Las mujeres seguían gritando, la mas joven, a la que quería follarse, se
estaba arrancando la parte de delante de la camiseta, que estaba húmeda y reluciente. Dejó
los pechos a la vista y vio que la habían quemado de alguna manera. No lo entendió.
Tampoco lo entendieron los otros hombres, quienes lo miraron esperando una respuesta.
Vio que la ventana del dormitorio
17/04
Así castigaba Isabel II a los borrachos en Málaga
Después de arrestar a los alborotadores ebrios, se los llevaba a la Plaza de la Constitución
y se los obligaba a beber ocho litros de agua.
Orden. Retrato de la reina Isabel II, quien decidió terminar con el problema de los borrachos
en Málaga
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