Sistema nervioso central: qué es, partes y función
Si tienes curiosidad de cómo funciona el sistema nervioso central (SNC) y qué partes lo componen, sigue leyendo ¡que te lo contamos todo!
Tabla de contenidos
¿Qué es el sistema nervioso central?
El sistema nervioso central (SNC) es el núcleo de procesamiento y control del cuerpo humano. Se encarga de interpretar la información que llega de nuestro entorno y de nuestros propios órganos, y generar respuestas adecuadas, ya sean movimientos, reacciones emocionales o funciones automáticas que mantienen el cuerpo en funcionamiento. Es responsable de las funciones más básicas como respirar o mantener el equilibrio, hasta las más complejas, como razonar y crear recuerdos.
El SNC está compuesto por dos estructuras principales: el cerebro y la médula espinal. Juntos, actúan como un equipo perfectamente sincronizado. El cerebro se encarga de analizar y procesar la información de manera consciente, mientras que la médula espinal actúa como un canal de comunicación rápida que envía señales desde y hacia el cerebro.
La importancia del SNC también radica en su capacidad de adaptación y aprendizaje. A medida que experimentamos nuevas situaciones, el sistema nervioso central crea conexiones y redes neuronales que nos permiten responder de manera más efectiva en el futuro. Por ejemplo, al aprender a andar en bicicleta, nuestro cerebro y médula espinal trabajan juntos para coordinar los movimientos, y con la práctica, las respuestas se vuelven automáticas.
Partes del sistema nervioso central
El sistema nervioso central (SNC) está compuesto por dos partes principales: el cerebro y la médula espinal. Estos elementos trabajan en conjunto para procesar la información sensorial, coordinar movimientos y regular las funciones vitales del cuerpo. A continuación, explicamos cada una de estas partes para entender su importancia y cómo interactúan para mantener el correcto funcionamiento del organismo.
El cerebro
Es la estructura más compleja del sistema nervioso central y se considera el centro de control de todas las actividades del cuerpo. Se encuentra protegido por el cráneo y está dividido en varias áreas, cada una con funciones específicas. El cerebro se organiza en las siguientes subestructuras:
- Corteza cerebral: es la capa externa del cerebro y se encarga de las funciones más avanzadas, como el pensamiento, la percepción sensorial, el lenguaje, y el control de los movimientos voluntarios. Se divide en cuatro lóbulos principales:
- Lóbulo frontal: se asocia con el razonamiento, la planificación, el control motor y la toma de decisiones. Es donde se encuentran las áreas que nos permiten planificar acciones, tomar decisiones y regular nuestro comportamiento en situaciones sociales.
- Lóbulo parietal: está relacionado con la percepción sensorial y espacial. Procesa la información táctil (como la presión, el dolor y la temperatura) y nos ayuda a orientarnos en el espacio, integrando la información sensorial de diferentes partes del cuerpo.
- Lóbulo temporal: se encarga de la audición, la memoria y la comprensión del lenguaje. Contiene áreas cruciales para el procesamiento del sonido y la interpretación del lenguaje, así como para la formación y recuperación de recuerdos.
- Lóbulo occipital: es el área principal encargada del procesamiento de la información visual. Todo lo que vemos es interpretado y analizado en esta región, permitiéndonos reconocer objetos, colores y formas.
- Cerebelo: ubicado en la parte posterior e inferior del cerebro, el cerebelo es responsable de la coordinación y el equilibrio. Aunque no interviene directamente en la toma de decisiones conscientes, ajusta los movimientos para que sean precisos y suaves. Por ejemplo, cuando caminamos o corremos, el cerebelo controla los músculos de las piernas para mantener el equilibrio y la coordinación, permitiéndonos desplazarnos de manera fluida.
- Tronco encefálico: conecta el cerebro con la médula espinal y regula funciones automáticas e involuntarias, como la respiración, el ritmo cardíaco y la presión arterial. Se divide en tres partes: el mesencéfalo, la protuberancia y el bulbo raquídeo, cada una con roles específicos en la transmisión de señales nerviosas y en la regulación de funciones vitales. Por ejemplo, el bulbo raquídeo controla la frecuencia respiratoria, asegurando que se ajuste según las necesidades del cuerpo, como en situaciones de ejercicio o reposo.
- Sistema límbico: regula las emociones y la memoria. Incluye estructuras como el hipocampo, que juega un papel clave en la formación de nuevos recuerdos, y la amígdala, que está relacionada con la gestión de las emociones, especialmente las respuestas de miedo y placer.
La médula espinal
Es la segunda estructura principal del sistema nervioso central y actúa como un puente de comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo. Se encuentra protegida por la columna vertebral y se extiende desde la base del cráneo hasta la parte baja de la espalda. Se divide en varios segmentos, cada uno asociado con una región específica del cuerpo:
- Segmentos cervicales: Controlan los movimientos y sensaciones de la cabeza, el cuello, los brazos y las manos. Son cruciales para la movilidad y las funciones sensoriales de las extremidades superiores.
- Segmentos torácicos: Se relacionan con el tronco y regulan las funciones de la musculatura y los órganos internos ubicados en el pecho, como los pulmones y el corazón.
- Segmentos lumbares y sacros: Estos segmentos controlan las piernas, los pies y las funciones de algunos órganos de la zona pélvica. Permiten la movilidad de las extremidades inferiores y la coordinación de actividades como caminar o correr.
Y cumple las siguientes funciones:
- Transmisión de señales: la médula espinal es una vía de comunicación bidireccional que transporta señales desde el cerebro hacia los músculos y órganos, y viceversa. Cuando el cerebro decide mover un brazo, la señal viaja a través de la médula espinal y se transmite a los nervios periféricos que controlan los músculos de ese brazo. A la inversa, cuando una parte del cuerpo detecta dolor, como una quemadura en la piel, la señal viaja desde los nervios periféricos a través de la médula espinal hasta el cerebro, que procesa la información y genera una respuesta.
- Reflejos automáticos: además de ser un canal de transmisión, la médula espinal controla ciertos reflejos sin la intervención directa del cerebro. Estos reflejos son respuestas automáticas que protegen el cuerpo de daños potenciales. Por ejemplo, si tocas algo caliente, la médula espinal envía una señal inmediata para que retires la mano antes de que el cerebro procese el dolor, minimizando el daño.
Las meninges y el líquido cerebroespinal
Tanto el cerebro como la médula espinal están protegidos por tres capas de tejido llamadas meninges: la duramadre, la aracnoides y la piamadre. Estas capas actúan como barreras que protegen al SNC de lesiones físicas y ayudan a mantener un entorno químico adecuado para el funcionamiento de las neuronas.
- Duramadre: es la capa más externa y gruesa, que proporciona una barrera resistente contra impactos.
- Aracnoides: es la capa intermedia, que crea un espacio lleno de líquido cerebroespinal, lo que ayuda a amortiguar golpes y estabilizar el sistema nervioso central.
- Piamadre: es la capa más interna y está en contacto directo con el cerebro y la médula espinal, proporcionando nutrientes y eliminando desechos.
El líquido cerebroespinal actúa como un escudo protector que envuelve y cuida al sistema nervioso central. Este líquido transparente circula constantemente entre las capas meníngeas y en las cavidades del cerebro, conocidas como ventrículos, formando una especie de colchón que amortigua golpes y protege contra posibles lesiones. Además transporta nutrientes esenciales que mantienen las neuronas activas y, al mismo tiempo, se lleva los desechos que se generan, ayudando a que el sistema funcione de manera óptima.
Por otro lado, este líquido mantiene el equilibrio químico necesario para que las neuronas se comuniquen de forma rápida y eficiente, asegurando que las señales se transmitan sin interrupciones y que todo el sistema nervioso central trabaje en perfecta sintonía.
Función del sistema nervioso central
El sistema nervioso central juega un papel clave en la gestión de las funciones corporales y cognitivas. Una de sus principales tareas es la integración sensorial y motora. Recibe información de los sentidos, como la vista, el oído o el tacto y genera una respuesta adecuada. Por ejemplo, cuando vemos un objeto en movimiento acercándose rápidamente, el SNC analiza la información visual y nos permite reaccionar a tiempo para esquivarlo.
Además de coordinar nuestras respuestas a estímulos externos, el SNC también regula funciones internas automáticas que son vitales para la supervivencia. Por ejemplo, controla el ritmo de la respiración, ajustándolo según las necesidades del cuerpo, como cuando estamos en reposo o haciendo ejercicio. También supervisa el ritmo cardíaco, garantizando que el corazón bombee sangre con suficiente oxígeno a todas las partes del cuerpo.
Por último, es el centro de nuestras emociones y pensamientos. Nos permite experimentar una amplia gama de emociones, desde la alegría hasta la tristeza, y procesar información para tomar decisiones racionales. El SNC también es responsable de la memoria y el aprendizaje. Por ejemplo, cuando estudiamos para un examen, el cerebro crea conexiones neuronales que nos ayudan a recordar la información cuando la necesitamos. Sin estas capacidades, sería imposible adaptarnos a nuestro entorno y aprender de nuestras experiencias.
Enfermedades y trastornos del sistema nervioso central
El sistema nervioso central, al ser tan complejo, puede verse afectado por diversos trastornos y enfermedades. Entre las más comunes se encuentran las lesiones traumáticas, que pueden dañar tanto la médula espinal como el cerebro. Estas lesiones suelen ocurrir en accidentes o caídas, y pueden resultar en la pérdida de funciones motoras y sensoriales.
Las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer o el Parkinson, son otra categoría de trastornos que afectan al SNC. En el caso del Alzheimer, las neuronas se degeneran y mueren, lo que impacta la memoria y las capacidades cognitivas de las personas. El Parkinson, por su parte, afecta a las células nerviosas que controlan el movimiento, provocando temblores y dificultad para moverse.
Finalmente, las infecciones y enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple, también afectan al sistema nervioso central. En la esclerosis múltiple, el sistema inmunológico ataca las fibras nerviosas, interrumpiendo la comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo. Esto puede provocar una variedad de síntomas, desde fatiga hasta dificultades para caminar.